La naturaleza de la ciencia según Merton
¿Qué valores y normas guían la actividad que desarrollan los científicos? Robert Merton define cuatro principios que rigen, a su juicio, el trabajo de las personas dedicadas a la ciencia. A diferencia del juramento hipocrático, estos cuatro valores no se plantean como un código ético que deben interiorizar quienes inician su carrera científica. Pero cuando Merton definió la ciencia como institución social, consideró que debe estructurarse en tornos a estos principios, por ser la base sobre la que se construye nuevo conocimiento. Más que describir la naturaleza de la ciencia, la dota de normas que definen el comportamiento de un grupo social: las personas dedicadas a la ciencia. Y lo hace, además, apelando al objetivo de la acción, crear conocimiento, y a las reglas morales que marcan límites a esa actividad. Aunque no sea un conjunto de reglas a las que se preste obediencia formal, el desempeño de la profesión científica lleva a desarrollar una cultura de esa actividad que lleva implícitos estos valores.
En lo que respecta a los principios en sí, encontramos el comunismo, que define el conocimiento científicos y sus resultados como una propiedad colectiva, el universalismo, que dice que lo que importa en la ciencia es su contenido, no quien la practica, ni su entorno social, el desinterés organizado, que plantea la ciencia como una empresa imparcial, en la que no se busca el interés personal, y el escepticismo, que expone la necesidad de evaluar las ideas objetivamente, al margen de opiniones, sometidas al examen de la comunidad científica y probadas y comprobadas con éxito.
Estos principios, en mi opinión, aunque formulados hace cerca de 80 años siguen estando vigentes. La ciencia, hoy en día, se considera patrimonio de la humanidad y se es consciente de que cualquiera puede contribuir de alguna manera a su avance. El comunismo, el universalismo, pero también el escepticismo, son valores vigentes que se atribuyen al trabajo científico per se. Por ejemplo, el hecho de que las hipótesis deban ser sometidas al escrutinio de pares antes de ser aceptadas y que, aún entonces, puedan volver a ser evaluadas y refutadas ante nuevas evidencias, forma parte del funcionamiento normalizado de la ciencia, y es algo que está muy interiorizado, incluso por quienes están fuera de este ámbito.
En lo que respecta al desinterés organizado, aunque al trabajo científico se le suele asociar el noble objetivo de beneficiar a la humanidad por encima de intereses personales, la historia ha demostrado que no es así necesariamente. El trabajo científico se ha puesto al servicio de dictaduras, empresas poco éticas o intereses puramente personales por razones ideológicas, económicas o simplemente por miedo. Creo que sigue siendo un valor muy ligado al ejercicio de la ciencia, pero todo el mundo es consciente de que ciertas personas solo actúan por intereses personales o de grupo.
Estos principios, quizás, muestran una visión excesivamente positiva, puede que demasiado bienintencionada, de lo que son los objetivos y valores del trabajo científico, pero sus planteamientos no son muy diferentes de los que la sociedad atribuye normalmente a este colectivo.
Filosofía feminista de la ciencia: papel de los factores sociales en el desarrollo de la ciencia.
Sandra Harding, autora de Ciencia y feminismo argumenta que el género es una categoría en la que se asigna significado y valor a todas las cosas. Es, por lo tanto una forma de organizar las relaciones sociales humanas. Las expresiones de género, por tanto, estructuran también la actividad social que es la ciencia. Y las expresiones de género que han contribuido a modelar la ciencia se basan, a su juicio, en valores androcéntricos, que han provocado una fuerte desigualdad entre hombres y mujeres a lo largo de la historia y, en consecuencia, una visión parcial de la ciencia. Lo que viene a decir es que la pretendida objetividad de la ciencia, esconde, en realidad, una subjetividad creada por el pensamiento masculino. Y así, al ciencia aparece en la historia como un producto obra de hombres, blancos, heterosexuales y burgueses. Los cambios sociales de las últimas décadas han podido iniciar el cambio pero el pensamiento occidental sigue marcado por este planteamiento.
En relación a los estudios feministas sobre la ciencia, señala tres enfoques:
– El empirismo feminista: Plantean que la comunidad científica organiza el trabajo de investigación, valora los trabajos y reconoce los méritos de una forma que puede estar sesgada por los prejuicios, lo que impide una correcta percepción de los hechos a los que se refiere la investigación. Esto significa que los sesgos sexistas en la investigación científica han perjudicado tradicionalmente a las mujeres, por tanto se puede hacer mejor ciencia si se eliminan los prejuicios de género. Este planteamiento contempla el carácter social de la obra científica y cómo se deforma por la falta de la percepción que atañe a las mujeres. Ejemplos son la falta de investigación médica sobre la forma en la que ciertos trastornos bien estudiados para los hombres no han tenido en cuenta cómo se manifiestan en las mujeres. Para contrarrestar los prejuicios machistas es necesario un cierto punto de vista feminista, aunque plural.
– El punto de vista feminista: esta corriente de pensamiento preconiza que el punto de vista de las mujeres plantea una perspectiva diferente a la de los hombres, y que puede llegar a ser más imparcial y más capaz a la hora de captar ciertos detalles de la naturaleza. La idea que subyace es la de que los puntos de vista masculino y femenino son diferentes y que el segundo siempre ha estado oprimido por el primero. Así las cosas, se plantea que ha llegado el momento de hacer ciencia para las mujeres y no sobre las mujeres.
– El posmodernismo feminista no ve posible una ciencia objetiva sin género, ni reconoce la existencia de un punto de vista femenino universal. El propio concepto de un punto de vista propio de la mujer en este sentido les parece machista, ya que no puede representar a todas las mujeres. En este sentido, apuntan a una experiencia social que se construye en base a diferentes identidades: género, raza, cultura, clase social, etc… y esas experiencias sociales diversas son las que influyen en los debates sobre relaciones de género y poder, división sexual del trabajo o la forma en la que se construye la propia ciencia.
Y, antes este abanico de propuestas, pensadoras como Susan Haack critican que se plantee siquiera el concepto de «epistemología feminista», o lo que es lo mismo, que haya formas diferentes de razonar según se sea hombre o mujer, o que haya una visión femenina del mundo.
