El artículo «2019 year in review: The Times when fossil fuel companies misled investors» aparece publicado en Union of Concerned Scientist por Nicole Pinko, especialista en análisis y responsabilidad corporativa. Se trata de una llamada de atención sobre las políticas de «lavado de cara» que realizan las compañías petrolíferas de Estados Unidos al publicitar sus inversiones en biocombustibles y coches eléctricos. Esfuerzos que, a tenor de los datos que refiere, son rídículos. Un buen ejemplo es que se anuncie a bombo y platillo la puesta en marcha de 5 instalaciones de recarga de vehículos eléctricos en todo el estado de California.
Lo que señala este artículo es lo que oculta este «lavado verde», por ejemplo que las empresas, apoyadas por el American Petroleum Institute, están impulsando el uso de gas natural convirtiéndose así este recurso en la principal fuente de emisiones de metano del año. O que siguen invirtiendo masivamente en el bombeo de combustibles fósiles. Así las cosas, fingen ser respetuosos con el medio ambiente y «engañan deliberadamente a los consumidores».
Asimismo, denuncia que las petrolíferas presionen para evitar que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos pueda supervisar las emisiones de metano. Aunque oficialmente la API asegura tener la emisiones bajo control, un estudio revisado por pares asegura que han subestimado al menos un 60% de las emisiones.
Frente a esta situación, la autora del artículo señala que el público cada vez valora más la responsabilidad de las empresas hacia el medio ambiente, al tiempo que 200 inversores exhortan a las compañías a apoyar la acción climática. De hecho, cita un artículo dirigido, precisamente a los inversores que reúne los argumentos científicos que deben tener en cuenta para reclamar a las compañías un compromiso claro contra el cambio climático, ya que los propios informes de riesgo climático de las empresas no garantizan datos robustos y precisos.
Este artículo plantea cuestiones de máximo interés en la actualidad. Deja en evidencia, por un lado, las políticas de imagen de las que se valen las compañías que extraen y comercializan combustibles fósiles. Su publicitado apoyo a líneas de negocio más sostenibles, como puede ser el vehículo eléctrico, no suele soportar el escrutinio de sus datos de producción real de combustibles y de inversión real en sus departamentos más «verdes». Muestra también la presión que se ejerce sobre los expertos que, desde el sector público, deben analizar y dar cuenta de la emisiones de gases de efecto invernadero.
Ante esta situación, apunta la importancia que tiene dotar de argumentos científicos a los inversores, que tienen más capacidad de influir en las decisiones de las compañías que los consumidores. Es importante que artículos como éste expongan a la luz los tejemanejes de empresas que contribuyen de tal manera al cambio climático y que históricamente han tenido un gran peso, además, en la política de Estados Unidos. Este tipo de plataformas de difusión de artículos y opiniones son muy necesarias para estimular el pensamiento crítico. El artículo no cita la existencia de científicos que apoyen con sus informes las tesis de las petrolíferas pero podría darse el caso y resulta estimulantes que haya foros como éste donde se puedan poner de manifiesto, cuando existen, este tipo de maniobras.
